Pensadero
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Un sobreviviente en escena


Siempre se dice que cuando la muerte se acerca, la vida de uno pasa delante de sus ojos como una película. Este es un intento para reflejar como sería una situación así.



Un viaje en colectivo. Una barrera que no funciona. Las vías. Un tren a máxima velocidad. Un choque. Una tragedia. 173 muertos. 200 heridos. Autos abollados. La policía. La ambulancia. La noche. Cualquiera que haya sido parte de esta sucesión de imágenes y viva para contarla es un sobreviviente. Martín Lego es uno de ellos. Con sus 25 años, cuenta que flashes de su vida pasaron, a modo de diapositivas, por su cabeza en esa tragedia. Cuenta que con las piernas atoradas en el asiento del colectivo y el tren pasando a tan solo unos centímetros de su pálido rostro, pudo ver a través de las ventanas de los vagones las imágenes de los mejores instantes de su vida.

Escena 1
15 años. La sonrisa de su novia, Emilia. La conoció en el Club de Ajedrez, cuando un amigo se la presentó. Ella no jugaba, pero le gustaba observar. Martín gustaba de hacer un show y jugaba para ella. Hoy, la tiene a su lado cada mañana, en un departamento en el barrio de Caballito que alquiló luego de vender su auto. Esa sonrisa quedó grabada en su memoria. Sabe cuando está bien, cuando está mal.

Dice que la tragedia lo abrió, que le enseñó a ver las cosas de otra manera y que más allá de las secuelas, no surge de su interior reclamar nada. Todavía está en rehabilitación. Le quedan tres mesas para poder volver a caminar y quizás más de un año para poder jugar al fútbol.

Escena 2
4 años. Su madre llega a la casa llevando consigo a Camila, su única hermana. Los padres cuentan que fue Martín el que le puso el nombre. Ni bien llegó a la casa, no gritaba otra cosa más que “¡Camila! ¡Camila! Es el protector, el guardaespalda. Martín dice que su hermana es todo para él.

No fue casualidad. Martín no cree en casualidades. Tampoco cree que todas las cosas pasen por algo. Para él todo es parte de la vida cotidiana. Que el único asiento libre del colectivo hubiese sido el último, que su ventana no tuviera vidrio, todos son elementos que se dan en un ámbito de cotidianeidad, normalidad y tranquilidad. El cree que le podría haber pasado a cualquiera, en cualquier momento.

Escena 3
12 años. Vivía en El Bolsón, provincia de Río Negro. Ahí se crió. Ahí tuvo sus primeros grandes amigos. Ahí, aprendió a tocar la guitarra. Su infancia se desarrolló en la montaña, donde encontró su pasión, el alpinismo. A penas había logrado llegar a la mitad del Aconcagua, cuando tuvo que viajar a Buenos Aires para estudiar sobre su otra pasión. El turismo. Viajar, conocer, comentar, narrar, recomendar, describir eran actividades que hacía todos los días. Hoy no podría subir al cerro Catedral, en Bariloche, ni podría viajar de un lado a otro. Hoy todavía está sobreviviendo.

No tiene otras grandes secuelas. Pero por momentos su peor enemigo es la imaginación. En los sueños o en los ratos de soledad Martín recuerda. Gritos de dolor. Sangre por todos lados. Llantos de bebés, bajo los escombros. Luces de sirenas. Ladridos de perros. Vidrios rotos y desparramados por todo el escenario de la tragedia. Personas colgadas de los postes con los ojos bien abiertos, esos que nunca se van a cerrar.

Escena 4
2 meses atrás. Quería hacer otras cosas. Su potencial creció en las manos. Comenzó a escribir, pero por sobre todas las cosas, se compró un lápiz y un block y se puso a dibujar. Su talento creció e incluso varias de sus obras se publicaron en revistas. Hoy, sin la posibilidad de usar las piernas, el dibujo es su única arma de juego.

La vida sigue para Martín. La tragedia fue tan solo un momento. A pesar de que las imágenes queden como fotografías enmarcadas, él cree que no se puede uno quedar en el recuerdo, que la vida consiste en pasar a la siguiente diapositiva.


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