MZ Comic - Torre PLANTILLA DE PRUEBA
 

 

 

 

 

 

 


PLANTILLA DE PRUEBA
 
Infancia sobrevalorada

Han pasado ya unas semanas desde la entrega de los Oscar y hay un tema con dos vertientes que lleva rondando la cabeza desde entonces. No voy a entrar a valorar los resultados, pues me faltan varias películas por ver (aunque sí me alegro de que la sobrevalorada peli sobre Facebook no haya logrado ninguno de los premios más importantes), pero sí dejar mis impresiones sobre el citado tema.

He leído por ahí, tanto en foros como en columnas de opinión que no hubieran visto con malos ojos que Toy Story 3 se hubiera llevado el galardón principal. Y a mí eso me chirría un poco. Admito que no he visto la cinta, y que las opiniones a priori pueden cambiar perfectamente, pero me entra la duda ¿es mejor Toy Story 3 que Origen? ¿O que Valor de Ley? No dudo de la calidad técnica exquisita de la cinta, pues no va a ser menos que sus predecesoras, de las cuales he visto la primera y un trozo de la segunda y en ese aspecto son impecables. Aun así, me pregunto si el final de una trilogía infantil es merecedor de derrotar a las dos películas citadas, o a la ganadora, El discurso del Rey. Lo debatía antes de la entrega de premios, a propósito de la lista de un compañero de foro, que valoraba la citada cinta de animación por encima de todas las candidatas a mejor película. Dicho compañero me decía que como a mí me pilló más mayor no me emociona tanto como a él, a la par que la consideraba el final perfecto de la trilogía. Yo replicaba esto: Ya, pero siempre nos quejamos de que el cine no es lo que era, que estamos saturados de remakes, sagas y pufos diversos, y cuando llega la peli más jodidamente original y genial en años, la ponemos (ponéis) por debajo de... una saga para niños. Y él me decía que no era una saga para niños, lo que supone la primera de las vertientes del artículo.

Para mí, Toy Story 3 y las películas de animación que siguieron al éxito que fue la primera entrega de Shrek no dejan de ser películas para niños. Tienen un argumento sencillo y sin complicados giros, están llenas de vivos colores, algo muy atractivo para los críos, y siempre se exaltan el mismo tipo de valores positivos como la amistad, o el amor que triunfan sobre la maquinación y el odio. Todo lo demás es un añadido para atraer al público adulto, y no convertirlo en una indigesta visualización al estilo de programas como los Teletubbies. Un ejemplo claro de lo que digo es El Rey León. Muchos la vimos de pequeños y la entendimos de sobra, sin saber que tenía muchas referencias a Hamlet: el rey bondadoso asesinado por el hermano para hacerse con el poder, el exilio del heredero, el fantasma del padre que pide al heredero que ocupe su lugar y el regreso del citado heredero en busca del trono son elementos tomados de la obra de Shakespeare, aunque, lógicamente, sin los elementos trágicos. Pero no es necesario saberlo para entender y disfrutar de la película.

Scar negando su ayuda a Mufasa, o la escena que nunca vimos en Hamlet: Claudio matando a Hamlet padre

Una escena de Los Simpson ilustra también el punto que pretendo reflejar: en el capítulo Disolución del Consejo Escolar, las paupérrimas condiciones del colegio de Springfield dan lugar a una huelga de profesores, por lo que, para continuar con las clases, se recurre a los vecinos para que sustituyan a los maestros. Aparte de los clásicos gags de golpe de remo, en esta casa obedecemos las leyes de la termodinámica o ¿quién encuentra Canadá tan arrinconada en esa esquinita?, nos encontramos al profesor Frink intentando dar clase a los niños del parvulario.

Youtube no me deja insertar el vídeo, haced click en la frase.

El aparato que les muestra simboliza las películas a las que me refiero: el niño que quiere jugar con él no necesita saber de ondas longitudinales ni oscilación errática para divertirse con él, sólo necesita moverlo hacia atrás y hacia delante para que las bolas se muevan, lo que ya es lo bastante entretenido. Los conceptos físicos que hacen que las bolas se muevan no son más que capas añadidas que, si bien hacen que el profesor disfrute a un nivel inconcebible con algo bastante simple, no son necesarias para manipular el aparato y entretenerse con él.

La otra vertiente a considerar es la que da el título al artículo. Que haya gente que considere que Toy Story 3 o películas similares (caso de Up el año pasado) sean consideradas, no ya obras maestras del género, sino del mismo cine, y las continuas alabanzas a todo lo que huela a infancia me llevan a pensar que dicha etapa de la vida está sobrevalorada. No nos entendamos mal, pues no digo que lo aborrezca o que no deba explotarse dicha vena. Me reconozco fan de los mundos tenebrosos de Tim Burton, de los cuentos infantiles de Neil Gaiman o de una película como Capitanes Intrépidos, que le supuso un merecido Oscar a Spencer Tracy. Pero parece que toda película u obra infantil o juvenil con un mínimo de calidad ha de ser elevada a los altares de la gloria de inmediato, so pena de ser tachado de insensible. Y no me parece que tenga que ser así. Por ejemplo, a mí Los Increíbles me parece muy mala, con dos ideas sableadas de los cómics de superhéroes de los 80 (la prohibición gubernamental de los héroes es de Watchmen y el superhéroe retirado y en baja forma que vuelve a las calles procede de Batman: El Regreso del señor de la noche de Frank Miller) no me interesan Up o Wall-E. Que Harry Potter y el cáliz de fuego le arrebatase el premio Hugo (uno de los más importantes dentro de la literatura fantástica) a Tormenta de Espadas me parece un robo a mano armada siendo suaves. Y aunque mi pasión por Philip Marlowe se iniciara gracias al homenaje infantil de nombre Felipe Marlot, eso no pone los cuentos Felipe Marlot, detective o Felipe Marlot investiga a la altura de El sueño eterno o El largo adiós.

A mi entender, la infancia está sobrevalorada. Si bien valoro los momentos vividos entonces y en muchas ocasiones preferiría no tener las preocupaciones de entonces y olvidarme de la crisis y demás bazofia del mundo actual, no cambio lo que tengo ahora por volver a dar patadas a un balón en la plaza o volver al colegio en lugar de buscar trabajo. Mi infancia tuvo cosas bonitas, y otras no tanto, y por suerte, muchas de las desagradables son cosa del pasado, y la verdad, dejar todo lo bueno que me da mi novia, por ejemplo, para recuperar lo perdido es una estupidez. Está bien valorar lo vivido entonces, pero en su justa medida. Y últimamente, esa medida, al menos como la establecen los demás, me va a dar ganas de vomitar de puro empalagosa.

 

 
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