Secuestro en un hogar sensible
Este relato está basado en un hecho real. De hace un par de años, vi una noticia
similar a este texto en la televisión y lo adapté a mi estilo. Siempre me gustaron las historias con
personajes mayores, ya que son los que más emociones pueden transmitir a través de gestos
mínimos, movimientos y palabras.
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Habían tocado timbre y decían ser de Edesur. Vestían con
pantalón y camisa azul gastada, y con el clásico sombrero de cualquier
electricista. ¿Cómo no creer en ellos? Los dejamos pasar para que arreglen
unos cables sueltos que teníamos en la casa hace mucho tiempo. Es verdad,
nosotros los llamamos porque teníamos miedo de que sucediera un
accidente. Ya con nuestra edad no podíamos hacer mucho. Comenzaron a
revisar los cables rotos. Mi marido se quedó sentado en la mesa del
comedor. Siempre le gustó esa mesa, porque le gustaba pensar. Desde chico
que vive en esta casa, y toda su vida ocupó ese lugar.
Uno de los hombres que trabajaban me dio un aparato y me dijo: "Cuando la
luz se ponga verde avíseme señora". Yo estaba en mi habitación en ese
momento y no tuve problema en colaborar. Al rato me preguntan: "¿Ya se
encendió la luz señora?" Yo contestó que no y en ese momento me dijeron
que eso era un asalto.
- Esto es un asalto señora, dígame donde esta la plata.
El hombre se había sacado el casco y tenía en sus manos una especie de
navaja o cuchillo, un objeto cortante se podría decir, con el que amenazaba
a su víctima casi rozándole el cuello.
La señora, atada de pies y de manos, miraba anonadada la situación y casi
no podía hablar, como si no pudiera creer, que aquello fuera real.
- ¡Dónde guarda la plata señora!, o le volamos la cara.
- Acá no hay plata- murmuraban sus labios - somos jubilados, cobramos
poquito señor, acá no hay plata - Sus ojitos decían la verdad y su larga edad
no le permitía llorar. La última vez que pudo ver sus lágrimas, fue cuando
murió su nieto, que no llegó a nacer.
Los asaltantes derrumbaron la casa. Placares, cajones, puertas, muebles y
todo lo que había cerca. Encontraron 300 pesos en un cajón y unos 30 pesos
en una cartera, pero nada más.
-Dígame donde esta la plata señora, sabemos que hay más, mire que le
matamos al viejo.
Del otro lado el anciano no hablaba. Con su envejecido rostro, y con los ojos
mirando para abajo, permanecía inmóvil, como si estuviera congelado por
la situación. ¿Qué podían hacer? Eran un matrimonio de ancianos que vivía
como podía.
- No tengo nada más, somos jubilados, tenemos los justo para vivir, por
favor, por favor.
Ellos comprobaron que no había nada más y se retiraron como habían
entrado. Así los ‘electricistas de Edesur‘ terminaron su trabajo.
La anciana, respirando de a poco, logró desatarse y llamar a la policía. Ya
era tarde, no había nadie, y no quedaba nada.
Pero la policía llegó rápido y fue comprensiva. La abrazaron y le dieron
cariño a ella y a su marido, que perplejo en el comedor, seguía en la mesa,
respirando, y pensando.
Fue una fea experiencia le decía a una reportera. “Con los dientes tuve que
desatarme y así llamé a la policía. Vino rápido si, actuaron bien, me
abrazaron, me dieron mucho cariño los de la comisaría 43 y yo se los
agradezco de corazón, pero no hay seguridad, esto no puede pasar. Esto le
puede ocurrir a cualquiera, y si pasa así todos los días, ¿a dónde vamos a
terminar?“
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