La columna del Tata THE ZONE - MANAGERZONE.COM

Noviembre de 2005. El calor ya se hacía sentir en Santiago y el constante zumbido del aire acondicionado más parecía un taladro en medio de mi cabeza. Había transcurrido media jornada laboral y navegaba sin rumbo por la red en busca de alguna distracción que se llevara el resto del día. Son los costos de la eficiencia, tener que calentar el asiento a la espera del timbre de salida.

Mi búsqueda no tenía mayor suerte cuando al otro lado del panel que dividía nuestros puestos de trabajo sentí una risotada que más parecía invitación. Asomé la cabeza y al teléfono estaba uno de mis colegas jactándose de un triunfo que no coincidía con ninguno de los partidos que cubríamos a diario. No, no lo era, de inmediato me di cuenta que se trataba de otra cosa, algo virtual y completamente desconocido para mi. La carcajada tenía una razón de ser, lo sabría al día siguiente.

Como buen intruso investigué el asunto sin demora. Mi compañero no tardó en explicarme que se burlaba de un amigo compartido por haberlo humillado en la cancha. Me mostró entonces un precario marcador que había en la pantalla de su computador donde un equipo había superado a otro por un contundente 16 a 0, lo que le causaba una jocosidad inusitada.

Tras un breve cuestionario conseguí la información que me faltaba. El juego en el que mi compañero marcaba supremacía sin moverse de su escritorio se llamaba Managerzone y había sido descubierto en el portal de Terra, competidor directo de nuestra fuente laboral.

Mi pasión por el fútbol me llevó a intrusear de inmediato en busca de la tan anhelada entretención que buscaba. Me registré sin demora y al cabo de un rato recibí la confirmación por mail, cosa que nunca sucedió con Hatrrick y que para mi frustración me impidió por meses participar de varias conversas futboleras virtuales en mi lugar de trabajo.

Estaba yo configurando mi equipo cuando mi distinguido colega asomó su poco reducida cabeza con la finalidad, por lo menos así lo manifestó, de ayudarme. Basado en la confianza mutua seguí sus instrucciones al pie de la letra, ordenando mi recién nacido cuadro según su criterio. Una vez finalizada la tarea agendamos para el día siguiente el primer par de amistosos. Olvidé el asunto tras un rato porque apareció el típico “cacho” de última hora que siempre nos impide marchar a casa a la hora indicada.
Partí la siguiente jornada de trabajo con un café, el cual me dispuse a disfrutar mientras encendía mi computador. Estaba en eso cuando escuché una carcajada más intensa que la del día anterior, una que esta vez me tenía como destinatario. Otra vez la misma escena, yo asomando mi cabeza al cubículo de al lado para ver sin anestesia que el primer paso de mi equipo en su vida MZ había sido caer por 18 a 0 ante el cuadro del cual mi ilustre compañero era dueño. Me rascaba la cabeza sin entender el asunto cuando una pequeña confesión de mi colega enterró las dudas. El inefable personaje se había aprovechado de mi credulidad haciendo que parara a mis muchachos al revés, con el que parecía más portero arriba y el supuesto centrodelantero al arco.

Devolví mi humanidad a mi puesto de trabajo ofreciendo venganza. Y la hubo. Fue la única vez que mi equipo cayó ante ese poco agraciado adversario al que posteriormente golearía sin contemplación en cada amistoso y copa en donde pudimos enfrentarnos. Además, debo agregar, un par de años más tarde pude desquitarme con un amigo tan ingenuo como yo. Repetí la “bromita” al pie de la letra consiguiendo superar a su precario equipo por 21 a 0. Ese día el que carcajeó fui yo



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