El
fútbol es un deportes de pasiones, qué duda cabe. Y entre tanto
fanatismo la distancia entre el cielo y el infierno es infinitamente más
exigua de lo imaginable. El que un día es un héroe al siguiente puede
ser un traidor y al revés, un protagonista vapuleado por la fanaticada
puede en corto plazo convertirse en rey. En ese contexto, claro está,
hay algunos puestos y funciones que están más expuestos a transitar por
el limbo. Un caso claro es el de los arqueros, a quienes les basta un
par de centímetros de diferencia en el cálculo para ver florecer sus
carreras o terminar en el retiro. Para los delanteros la historia se
repite, a veces el margen entre la gloria y el fracaso es mínimo, casi
insignificante.
Sin embargo, es otro el protagonista que más
sufre con la declarada bipolaridad futbolera. Se trata de los técnicos,
esos que planifican y trabajan más que los demás, pero que en varios
aspectos ni siquiera dependen de sus decisiones. Al menos en parte,
claro está que para dirigir un equipo -sea real o virtual- hay que tener
ciertos conocimientos, seria tonto decir que el hombre "de buzo" no
influye con sus planteamientos. Pero no todo pasa por su cabeza o sus
manos. El pobre hombre no es el ejecutante de sus ideas. Depende en gran
medida de factores externos, de cómo se levantaron los jugadores, de
cuánto les afecten los nervios o la presión e incluso -sobre todo en el
caso MZ- de la mismísima suerte.
Nadie lo sabe mejor que yo. En
dos años trabajando como NC de Chile puedo asegurarles que muchas veces
esas externalidades terminan marcando el destino. Estuve arriba, también
abajo. Pude granar mi nombre a fuego como el único o al menos el
primero en levantar una copa. Pero terminé abajo, con el equipo
eliminado sin puntos en un Mundial más que ingrato. En mi caso, al
menos, se fue generando un respeto por el trabajo y la seriedad, lo que
pocas veces ocurre en la vida real salvo casos por todos conocidos.
Lo
que menciono se ha visto traficado drásticamente en Rusia 2018. Quizás
el caso más claro es el de Sampaoli, entrenador tan amado como odiado,
un estratega que pasó días en el infierno pero que en los próximos días
podría merecer una estatua. Qué pasaría si Argentina sigue escalando y
gana la copa? Difícil, pero no imposible.
El punto es que dar la
cara cansa demasiado. A veces no quedan ganas para explicar cada
decisión, cada detalle. Pocos dan consejos antes de los partidos, pero
casi todos critican con el resultado en la mano. Agotador, así de
sencillo. Por eso y bajo las actuales circunstancias debo reconocer que
ayer cuando apareció el botón para postular como NC sentí un gran alivio
al presionar "declinar". Les toca a otros, por ahora y hasta nuevo
aviso retiro mi cara del centro, ahí donde los chaqueteros quieren
lanzar sus dardos. Para mi se acabó, declaro vacante el tiro al
blanco!!!