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Torres, vikingos y listas

Es difícil hacer una columna deportiva en estas fechas. Hay que tener en cuenta que no sigo muchos deportes, la liga está de parón y paso de hacer el enésimo refrito sobre la Premier y jugar en el Boxing Day. Así que llega el día de entrega y la opción más clara es la vuelta de Fernando Torres al Atlético de Madrid. Con eso y un par de salidas por la tangente, algo que me encanta hacer, la cosa está resuelta.

Se venía rumoreando desde hace unos días, al final se confirmó: Fernando Torres vuelve a la que fue su casa, algo que prometió tras su salida en 2007. De inmediato se polarizaron las opiniones. Los defensores de Torres se alegraron del regreso del hijo pródigo, a pesar de que no viene en su momento más dulce. Auguran que la mejor versión del delantero volverá en el club rojiblanco. Los detractores piensan que es un mal fichaje, que lleva años sin hacer nada decente, viviendo de las rentas del gol a Alemania en la final de la Euro 2008. Lo único que parece claro para todos es que Simeone es el adecuado para que Torres retome el sendero del éxito, con el corolario de que si no lo consigue él, no lo hará nadie.

Servidor no es colchonero, pero aún así no he podido evitar plantearme la cuestión, como todos. Como por lo general tiendo a ser más cínico que optimista, no me hago demasiadas ilusiones. Torres llega en baja forma, en un momento donde Griezmann está en el momento idóneo para que explote todo su talento, como ya ha dicho su entrenador y el equipo se ha adaptado a jugar al estilo de Mandzukic. Además, está Raúl García por ahí, ojito derecho del Cholo. Torres cuenta a su favor con lo ya mencionado, un entrenador que le pondrá las pilas como no lo han conseguido otros técnicos, el factor emocional de jugar en el Atleti y que no debería partir como titular indiscutible, sino como revulsivo en los minutos finales de partido, al menos hasta que vuelva a recuperar su mejor momento físico. Porque seamos sinceros, por muy cegados que estén los fanáticos del de Fuenlabrada, ahora mismo está por debajo de los actuales titulares del Atlético de Madrid. Pase lo que pase, la presión con la que se va a encontrar el delantero va a ser descomunal. Todas las miradas estarán centradas en él y el más mínimo fallo, como titular o suplente, será criticado a muerte. Y salvo que entre en modo dios se escatimarán los elogios. Yo prefiero ser cauto y esperar, pero como digo, no tengo mucha fe en Torres. Pero quién sabe.

Ya que estamos con los colchoneros, una queja. Un epíteto habitual contra los madridistas es el de vikingos, por lo que muchos seguidores del Atleti gritan ¡No, vikingos, no! Pues estoy harto. Yo no soy madridista ni por asomo, pero soy vikingo. O fan de los vikingos. Sí, esos tipos nórdicos tan encantadores que cortaban cabezas con hachas, hacían sacrificios a Odín y, en contra de la creencia popular, no llevaban cascos con cuernos. Anoche iba con mi colgante de Mjollnir, mi sudadera en la se lee “Fuck hell, I will go to Walhalla” (Que le jodan al infierno, yo iré al Walhalla) y unos colegas a quien otro conocido nos bautizó como “Los Odinistas”. Me toca mucho la moral que luego se profieran gritos contra vikingos, aunque no tengan nada que ver. A ver si un día se me va a subir el hidromiel a la cabeza, se me cruza un cable y la tenemos.

Para enlazar con la escasez de ideas que mencionaba en el primer párrafo, podría haber recurrido al clásico de estas fechas: las listas. Lo mejor de 2014 en cualquier categoría, en el caso de esta columna lo mejor del deporte en este año que despedimos. Un recurso barato para rellenar texto en fechas con pocas noticias deportivas y arreando. Pero me he dado cuenta de que paso de las listas. Me preguntaba mi sobrino el otro día cuál es mi cantante favorito y respondí que no tenía. Que pasaba de hacer una clasificación. Las cosas son mudables, algo que era una de tus prioridades con el tiempo puede dejar de serlo. Por poner un ejemplo paradigmático al alcance de todo el mundo, a los dieciséis era bastante fan de Mago de Oz. Catorce años más tarde, he descubierto grupos de folk-rock y folk metal que se adecúan mucho mejor a mis gustos. Hace siglos que dejé de interesarme por las andanzas del grupo de Txus y cía. A eso hay que sumarle la polémica que se genera con las listas. El otro día vi en Jot Down un artículo llamado “20 libros de ciencia ficción para regalar a quienes creen (por error) que no les gusta la ciencia ficción” y en los comentarios se armó la marimorena. Que si faltaba tal o cual, que si menuda mierda era uno de los de la lista y esas cosas. Algunos sugerían títulos concretos y otros replicaban que si se regalaba ese título a un no aficionado a la ciencia ficción jamás se interesarían por el género, al ser demasiado difícil para alguien no acostumbrado a leer ese género. Por supuesto, apareció el típico que se lo ha leído todo y pontifica como telepredicador yanqui para mostrar su superioridad intelectual sobre el resto.

En consecuencia, he decidido que voy a evitar hacer listas mientras me sea posible. Tengo pendiente traducir un artículo con una lista y no voy a retractarme por la importancia que reviste para mí, después de eso las listas se verán reducidas al mínimo. No diré que jamás haré una porque es bastante probable que no lo cumpla, pero sí elaborar las menos posibles. Así me ahorro el quebradero de cabeza que supone elegir y descartar opciones y la polémica que desatarán. Seguro que vivo más feliz.

Que en este 2015 Odín derrame sus bendiciones sobre vosotros y Thor masacre a vuestros enemigos. Aunque tal deseo joda a los atléticos.

Artículo realizado por El Hombre esquizoide del siglo XXI, rexo_de_rauda

Rexo_de_rauda

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