Me vendí a mí mismo. Sí, tal como
suena y después de un largo período de introspección decidí ponerme a la
venta a los 26 años y un día después fui transferido. Es, nada más y
nada menos, una de las curiosas alternativas que nos ofrece MZ, de esas
que no están entre nuestras posibilidades en la vida real.
Yo
mismo llegué a mi propio club a los 16 con miles de sueños por delante.
Me vi y sin mediar duda alguna decidí que yo sería delantero, puesto que
intenté desarrollar desde que comenzó mi afición por el fútbol. Mi
primer campo de entrenamiento, el de juveniles, confirmó el asunto
arrojando velocidad, remates y control. Entonces no pude evitar una
sonrisa cómplice pues existía la posibilidad de que mi yo mismo se
convirtiera en un atacante exitoso y, de paso, que con el tiempo fuera
capitán, estrella e ídolo de mi propio cuadro.
Hasta ahí todo
bien. Con extraña rapidez comencé a sumar balones en dichas habilidades y
al poco andar llegaron los goles en cuanta competencia juvenil se cruzó
por delante. Nueve en remates y nueve en control, todo un mini crack
que sin embargo no contó con la venia de San Bola. Cuando me vi maxear
en siete en velocidad comenzaron las dudas, las mismas que terminaron
por derrumbar todos los sueños con un 6 en resistencia. Claro, en
competencias menores bastaba y sobraba, pero en las ligas mayores
costaría sacarme trote.
Comenzaron así a pasar las temporadas y
me trasformé en un eterno integrante de la banca, algo así como mi
propio aguatero, ayudante de campo y utilero. Eso hasta un día de
septiembre cuando decidí que ya era tiempo de partir de mi propio
equipo. La idea surgió hace un par de semanas cuando estuve cerca de
comprar a un tal Rolando Bustamante. No alcancé, estuve cerca pero al
final se lo llevó otro tal Rolando Bustamante, uno que había decidido
recuperarse a sí mismo, otro concepto digno de sicoanálisis. Entonces
puse manos a la obra y tras varios amagues presioné el botón y me mandé
al mercado en apenas 200 mil dólares. Lo hice consciente de que me
sería difícil ganarme un lugar en el primer equipo a pesar de ser yo
mismo el dueño, presidente y técnico del mismo. Y me fui, a poco del
cierre del remate un equipo argentino llamado La Academia de Pizzuti FC
puso los verdes sobre la mesa y se quedó con mi poco destellante
carrera.
Ahora, mientras escribo estas líneas yo mismo estoy
haciendo las maletas para dejar el club donde me formé en busca de la
oportunidad que nunca me di a mí mismo. Suena raro y lo es. Claro,
porque durante unos segundos no supe si despedirme a mí mismo o ir a
dejarme al aeropuerto para partir a probar suerte al extranjero. Me dio
pena verme partir, pero me puso alegre tener una real oportunidad de
desplegar mi lento talento al otro lado de la cordillera.
Pero
como no hay primera sin segunda y yo mismo me dejé con gusto a poco
decidí que en un rato, cuando mi primer yo mismo parta del equipo tomaré
al mejor de mis delanteros juveniles y lo bautizaré como… yo mismo.
Estoy seguro de que mi segundo yo mismo me hará olvidarme e impulsará
mis nuevos sueños de idolatría y me llevará cerca del cielo. Lo juro
por mí mismo.
¿Qué te ha parecido el Artículo? Anímate y ¡Coménta!
Nota: Aplicamos las Reglas del Foro.
Los comentarios que realizas registran tu IP. Procura escribir con tu
nick de ManagerZone. ¡Disfruta compartiendo puntos de vistas!