ENTRE ELLAS
Giraría en torno a una mesa buscando quizás el mejor lugar. No sabría que decir para destacar aquello que mis ojos intentan ubicar. La punta no me otorga mucha confianza. Es demasiada responsabilidad, debo pensar. Siempre me gustó cumplir el papel, pero creo que el equipo no lo necesita, por lo que resulto ineficiente. Es un lugar que ya me queda grande. Debo someterme a encontrar otra alternativa. Quizás los costados crean otra visión. Una noticia puede cambiar el humor de la gente. Una simple corbata decora una conversación. Definitivamente no puedo ocupar un lugar fijo. Sólo me queda, situarme entre ellas, para rescatar, quizás salvar, lo que más importa.
Miraría constantemente una silueta si se acercara hacia mi. Coronaría un Apocalipsis en la cima de un turbio monte lleno de moribundos pasos y pobres palabras. Un trago lo soluciona todo, diría quizás apurado y cansado de tanto que no hice. Pero sólo murmuro y quiebro en el murmullo de una voz socarrona que abruma mi escuchar. Así, queda suspendido un te quiero proveniente de ella. Imposible, debe ser un sueño, vuelvo a pensar, vuelvo a creer, y entonces vuelvo a bajar la cabeza. No me siento vencido, derrotado, me siento indignado. Pocas veces pude obtener algo que realmente quise. Supongo que hay ojos que miran mal y otros que prefieren no hacerlo. No sé que grupo me queda mejor.
Calculo también que no sé hasta dónde la locura de un hombre puede llegar. Porque ellas a mis costados son música y caos, son torbellino, extremidades, caricias y compañía.
Deseo llegar a colaborar con una causa justa, la causa justa tal vez, sin una ambulancia andando cerca, sonando de aquí para allá, cerca de toda emergencia. Preferiría quizás que nunca llegara, que nadie se enterara. Me conformaría con que me recuerden y se pregunten dónde estoy, qué me pasó.
Creo que es un tatuaje que tengo pendiente, uno de los pocos tal vez. Viví cada paso, que creo que pocos son los nuevos que me pueden permitir avanzar. Y falta tan poco. A veces pienso que sólo un beso mezclado con el humo de un cigarro podría darme una bofetada y hacerme sonreír.
Tú también tienes esa mueca, por momentos ajena a vos, que soslaya, brilla, ocultando tristeza pero sin ser falsa. Deseas sonreír, gritar, llorar de alegría. Yo también, todo el tiempo. Pero esa capacidad es atributo de dioses, y aunque soy uno de ellos, no he podido madurar y se me ha quitado esa cualidad.
Miro un vaso mientras pienso. Acaricio mis labios al mismo tiempo que mi cabeza oscila de un lado a otro como parte del mismo proceso. Mentes, confusas, idóneas, siempre entre ellas. Se agitan al mínimo contacto con la realidad y vuelan frente al más remoto sueño. Sueños, gran fantasía del mejor hombre, del peor caballero, de la más mísera arpía y de la mejor de las mujeres. Se parte y comparte como el pastel de la fiesta.
Reiterativo es la palabra con la que más me describen, cíclico es la que más me gusta a mí, sin agradarme del todo su significado. Supongo que siempre estaré entre ellas.
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