Hola muchachos, antes de entrar en los textos de esta edición, quería comentarles algunas propuestas que están disponibles para todos los usuarios que quieran participar de esta sección y de la revista. Ofrecemos tres alternativas para que puedan interactuar con nosotros. Espero se sumen a las propuestas y puedan participar.
Opción 1: Para los que gustan de escribir pueden enviar sus textos a mi dirección de mail. Una o dos veces por mes elegiremos entre las narraciones que participen uno o dos para que salgan en la revista. No hay más requisitos que un lenguaje adecuado y que sea un texto literario (que incluye poesía) y no una opinión o discurso político, religioso, etc.
Opción 2: Para los que gustan de leer, pueden sugerir temáticas que les gustaría ver plasmadas en los textos que vaya subiendo. Que no sean cosas tan específicas como ‘un tipo comiendo una manzana‘ ni tan generales como ‘la soledad‘.
Opción 3: Para los que gustan de diseñar e ilustrar, pueden, a partir de la lectura de una de las narraciones de la revista, realizar una interpretación ilustrativa del mismo. Se elegirán por edición una o dos imágenes de las que envíen para que salgan en la revista.
Todos los envíos, de textos e imágenes, pueden enviarse a falckner75@gmail.com o al mail de MZ
Cualquier duda o consulta o crítica de los textos es bienvenida y pueden pasar por el Foro de MZA en el Thread TZA - El Pensadero
Ahora si, los dejo con dos textos hoy. El primero es una pequeña historia y el segundo es una crónica de viajes sobre una gran ciudad!
Vieja Receta
Recorre cada pasillo de su pequeña casa, detrás de cada puerta sólo habita un silencio sin nombre. Llora, grita e intenta con otra puerta, debajo de la cama, pero los sonidos no aparecen. Llora, grita, pero ni su voz ni sus lágrimas lo acompañan. Desesperado busca la receta de la compañía entre aquellos viejos cuadernos en los que alguna vez escribió. Encuentra el indicado, bordado en negro y titulado: "Para los momentos de soledad". Allí estaban los ingredientes, detallados en papel y trazados con su primer lápiz. Página a página recorre dibujos de manos apretadas y brazos estirados en enormes abrazos, de corazones humildes que volaban sonrojando las mejillas; y palabras claves que formaban una lista que parecía interminable... Sigue con la vista el listado de ambas cosas intentando encontrar aquél que le permitiera desarrollar su tan deseado manjar. "Ya no tengo nada de esto", se dice alterado tras llegar a la última palabra. Revolea su cuaderno, llora, grita... y cierra la puerta.
Brujas
Brujas. Uno de los corazones de Bélgica, encerrado y atravesado por canales venecianos. Nada puede decirse de sus mujeres, que lo que menos hacen es volar en escobas. Tampoco tienen jorobas, ni capas negras. Las únicas varitas que hay en la ciudad son las de chocolate, en una gran variedad de sabores y colores, y las más poderosas están guardadas en el Museo del Chocolate.
Brujas. Uno entra y espera cruzarse con alguna, pero todos los bares, que parecen tabernas, almacenan bicicletas en sus entradas y mucha juventud en su interior. “Deben estar escondidas“, dicen por ahí, entre aquellas calles que se cruzan constantemente, que cambian de dirección, todas empedradas, hechas casi al azar, como el primer dibujo de un niño. En un laberinto hecho ciudad, nadie puede ir a dar una vuelta a la manzana.
Perderse es el mejor paseo, mientras no aparezcan. Miles de puentes, ríos y caminos te llevan siempre a una catedral, a un palacio, una capilla gótica o a cualquiera de los múltiples paisajes que ofrece, cada uno mejor que el anterior. Todos tienen algo en común en su pintura: un campanario que sobresale en el centro de la ciudad. Unos 84 metros de empedrados escalones te llevan al punto más alto de Brujas. Todo lo que nace ahí está a la vista, pero ni desde allí se las puede ver.
Aquella impactante torre está rodeada por una enorme plaza, de donde emerge un mercado. Casi como si fuera el punto de reunión para una gran fiesta, los puestos de comidas, ropa y recuerdos decoran más aún ese espacio mágico, que de noche aumenta su encanto.
Las luces de los faroles que rodean la plaza se encienden cuando el sol cae, y un hechizo parece ir invocando a las estrellas, que de a pequeños grupos, van apareciendo e iluminando aquella noche. Como si fuera en medio del campo, el suelo de la plaza invita a recostarse y a observar.
Sin secretos ni misterios, Brujas es un lugar de fantasía, decorado de gentileza y chocolates. La gente entra y sale de la misma manera. En bicicleta, por los puentes que permiten cruzar esos canales venecianos, que encierran y cruzan todo Brujas, uno de los corazones de la desconocida Bélgica.
twitter: @falckner
blog: mividahechalapizypapel.blogspot.com
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