La Columna del Tata

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Es difícil explicar lo que nos apasiona de MZ. Puede estar relacionado con lo que nos produce el fútbol y a partir de ello con la posibilidad de materializar nuestras frustradas almas de director técnico. O tal vez sea algo más simple, lúdico, la posibilidad de competir contra otros y demostrar que estamos capacitados para imponer nuestros términos, algo muy parecido a la vanidad. Puede ser, puede y no puede, pero prefiero simplificar las cosas y pensar que es el misterio el que me hizo permanecer un poco menos de una década ligado a un juego donde mi mayor recompensa serán un montón de pixeles con forma de copa que nunca saldrán de su vitrina invisible.

Sí, debe ser el misterio. Y no lo digo sólo por mencionar algo medianamente racional, lo digo porque en mis cuatro décadas de existencia aprendí que nada es capaz de generarnos tantas cosas como algo que por no tener explicación nos obliga a inventarla. No se trata de ponernos a pensar todo el día en el significado de la vida o en lo que puede venir después de la muerte. Tampoco hablo de si existen o no los extraterrestres, ítem capaz de generar hilarantes discusiones porque me consta que hay humanos que si no vienen de otra galaxia al menos no corresponden a esta. No señores, hablo de esos simples y cotidianos misterios para los que encontramos toda clase de absurdas explicaciones que si bien no desenmascaran el fenómeno al menos le dan un toque de simplicidad que nos permite pensar en otra cosa.

Misterios y más misterios. Habría que tener muy pocas bochas en inteligencia para no darse cuenta de que en MZ más de la mitad de las cosas lo son. Si bien existen innumerables guías que nos explican cómo funciona el juego, hay una cantidad impresionante de cuestiones que nadie, pero nadie nadie, sabe cómo funcionan. Llevo años leyendo foros que me ayuden a descifrar cómo diablos funciona el YP, o por qué las rachas negativas aparecen en el peor momento, o por qué las tácticas duran determinados partidos y pierden efectividad sin mover pieza alguna, o por qué un arquero de diez en atajando a veces no tapa ni el viento y un mega delantero que cuesta millones se convierte en el mejor central del equipo rival. Con decir que alguna vez llegué a soñar con el nunca bien ponderado factor oculto, un invitado de piedra que es capaz por si solo de convertir en algo impredecible lo que numéricamente debiera serlo. Peor aún, llevo mucho tiempo tratando de saber cuándo un jugador está cerca del retiro, aunque con las últimas actualizaciones ese tema ya no es tan misterioso porque todos están al borde del temido cartel.

El asunto es que mi mente fría y racional lleva casi una década intentando explicar lo inexplicable, lo que se convirtió en una graciosa afición-pasión-juego-pasatiempo que he tratado de dejar en varias ocasiones pero que siempre termina imponiendo su misteriosa existencia por el simple hecho de no saber cómo funciona. Para ser sincero me carga pensar que algo es de una forma determinada porque sí, hago todo lo que está a mi alcance para encontrar respuestas. Y con MZ el fenómeno no deja de ser curioso porque para varias cosas la explicación que encontré es tan absurda como haberla buscado y las respuestas no pasaron de ser simples creencias más cercanas  a una cábala que a algo concreto y demostrable.

Me explico mejor con ejemplos. Como nunca me convencí de los poderes mágicos del YP decidí dividir a mis 21 juveniles en dos patrullas. Una asiste sin falta y entrena religiosamente la habilidad principal que la bola de cristal le asigna. La segunda pasa por mi deformado ojo formador y entrena lo que simplemente se me ocurre como mejor opción. Curiosamente los segundos exponentes me han dado mejor resultado que los primeros.

Respecto a las rachas y su relación con las tácticas he pasado por muchos pasajes. Al principio tenía la impresión de que mientras menos la tocaba mejor rendía como si los muchachos fueran ganando experiencia en sus posiciones. Luego deseché esa explicación por irracional y comencé a meterle mano a la táctica antes de cada partido con buenos resultados. Con el tiempo cada nueva pretemporada era un laboratorio donde mi equipo pasaba por todas las tácticas posibles hasta que encontraba la más “estable”. Partía jugando de esa forma hasta que perdía dos partidos, claro porque uno podría ser una casualidad pero dos eran una sentencia.

Sobre los jugadores decidí que si bien es normal aspirar a que muestren la mayor cantidad de bochas posibles, existe realmente un factor oculto que los determina como buenos o malos en su posición. La teoría surgió producto del caos, ya que un día hice la más extraña de todas las pruebas con resultados sorprendentes. Formé a mi equipo al revés,  con mi centrodelantero al arco, los delanteros defendiendo, los defensas de mediapunta y mi arquero en el área rival. Descubrí que mi mejor atacante tapaba más que el portero titular y que este último hacía más goles que Chilavert y Rogerio Ceni juntos. Así entendí que hay defensas que marcan mejor que otros y atacantes que fallan menos que otros, eso a pesar de lo que muestran sus bochas. Puede ser una absurda explicación, pero como es mía, la creo y no acepto discusiones.

En cuanto a los retiros un día enfurecido por la cantidad asombrosa de carteles que me atacaban le pregunté a un colega chileno cómo lo hacía para tener tantos jugadores viejos en forma. Me respondió con otra teoría, una que decía que si uno compraba jugadores la semana antes de que aparecieran los carteles aseguraba que estos se presentarían en un número muy reducido. Lo probé un par de temporadas con buena suerte por lo que se transformó por un tiempo en una cábala.

Sí, cábala, ese es el otro concepto difícil de obviar. Claro, porque como las respuestas a los misterios de MZ no son más que teorías personales  el resultado final es una serie de creencias que mecanizan nuestro accionar hasta un punto repetitivo. Puede sonar divertido pero termina siendo medio alienante. Una vez se me ocurrió que cada vez que esperaba ansioso la hora de un partido importante para abrir el 3D perdía. En cambio, cuando esperaba que el partido ya se hubiese jugado-calculado ganaba. Entonces decidí nunca ver el resultado antes de media hora desde el pitazo inicial. Después mis cálculos me insinuaron que siempre al jugar dos partidos a la misma hora con la misma táctica siempre en uno el equipo no rendía. Cuando los tengo siempre, pero siempre siempre, los juego con distinta formación con buenos resultados.

Lo anterior es lo menos vergonzoso que puedo mencionar, porque podría enumerar fijaciones como que los jugadores “rubios” me traen buena suerte, más aun los colorines. Lo mismo con las nacionalidades, los chinos están vetados en mi equipo y me cuesta mucho comprar un brasileño, pero los estonios, suecos y canadienses son siempre bienvenidos. Los jugadores con dos nombres siempre están un paso más cerca de ser cracks y los llamados Txomín y Serafín dan muy buenos resultados. Los juveniles que vienen más bocheados siempre maxean antes mientras los “pelados” entrenan más rápido y llegan más lejos. Los equipos cuya oncena está mejor tasada siempre está un paso más cerca del triunfo y los jugadores necesitan un tiempo de adaptación tras ser comprados, esas son otras dos creencias populares de MZ.

En fin, podría seguir un buen rato pero no vale la pena. No lo vale porque a estas alturas estoy seguro de que nunca sabré si todas las anteriores no son más que alucinaciones producto de la radiación permanente de la pantalla o por lo menos algunas se acercan a una misteriosa realidad. Lo único cierto es que como siempre sucedió en la historia del hombre uno siempre tiende a repetir algo cuando le dio resultado quitándole su merecido espacio a la suerte, la que honestamente debe decidir la mayoría de los partidos que jugamos ante rivales parejos. Pero bueno, quién podría preferir pensar que todo lo que hacemos y deshacemos durante la semana no tiene importancia porque en MZ los resultados se rigen por un par de ciberdados. Yo al menos prefiero seguir inventando toda clase de especulaciones y teorías conspirativas que me permitan creer que el destino de mi equipo está en mis manos. Después de todo es más probable que vea un marciano antes que logre descifrar el SIM, el misterio más misterioso de todos.


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